Aquí estoy, de nuevo retomando la sección, me propuse una entrada al mes pero la verdad que tampoco recuerdo excesivas cosas que haya dicho y haya hecho lo contrario, a parte de las ya contadas. No obstante, pensando, he dado con esta pequeña anécdota que, como diría K, da para post.
El caso es que yo siempre decía que a medida que el peque fuera creciendo íbamos a jugar a juegos de mesa, ya soñaba con echar miles de partidas a juegos infantiles sin salsa pero que nos regalarían muchos momentos divertidos y recuerdos felices. Imaginaba el día de mañana a mi pequeño jugón en potencia dominando el mundo a base de colocar trabajadores. Ahí estaba yo comprando algunos juegos, reservando otros "para cuando sea más mayor"... Pobre iluso.
Llegó el día de sacar algún juego, rondando los tres años, si no los tenía ya, allá fui con "El Frutalito" (ya hablaré en la sección Ocio en familia del juego) y nos pusimos a jugar "¡Vaya! parece que le gusta". Y sí, echamos varias partidas, con sus reglas porque aún era pequeño, nos divertimos, echamos un buen rato y pensé "se lo voy a dejar a la vista a ver si así lo ve y lo pide..." Pero no.
Apenas lo ha pedido, sí que ha tenido alguna racha de querer jugar, aunque jugaba más a dar la vuelta a las losetas y no sacar los cuervos, o a sacarlos, o a esconder las cerezas y buscarlas con alguno de sus animales, o jugar a avanzar el cuervo... A mi me valía, al fin y al cabo estábamos jugando y estaba creando "su juego", eso es bueno. Pero nada, ahí quedó en el olvido.
Seguí intentándolo con el Rhino Hero, y nada, el Derriba el pingüino, sí, jugamos algo más pero tampoco suele pedirlo él, ni cogerlo ahora que lo tiene más a mano...
No obstante, yo sigo comprando, sacando algún juego de vez en cuando, por si acaso un día le da la vena y quiere jugar. De momento somos felices jugando con los 1000 animales que tiene en casa. De momento soy un papá jugón frustrado.