Una cosa que siempre quise hacer con el blog era dar voz a otros padres, padres a los que quizá no les apetecía abrirse un blog y contar sus historias, o preferían mantenerse en el anonimato y publicar aquí sus historias de forma anónima. En definitiva, poner mi blog a disposición de cualquiera que quisiera contar algo y que sirva a otro fin, así seguir dando visibilidad a la paternidad y a otras vivencias que yo no he pasado.
Estos post no tendrán mi formato habitual, respetaré la escritura y estilo de quien quiera pasarse por aquí, así que espero que te animes a contactarme para contar tu historia. Todos tenemos algo que contar.
Tras varias invitaciones a amigos y conocidos al final me llegó el ofrecimiento por parte del que hoy ya es un amigo, el redactor jefe de El Cornetín de Góndor. K quiere contar su historia y hoy empezamos por el principio, por la primera parte.
El coste de ser padre. La historia de K.
¿Por qué hago esto?
Me ha costado arrancar a escribir sobre un tema demasiado
amplio como para tener nombre, una historia que va desde los
problemas para tener un hijo hasta encontrarse siendo padre con 40.
Lo primero ha sido saber por qué quiero o tengo la necesidad de escribir sobre ello. “¿Por qué te lanzas a escribir ahora sobre todo el proceso de tener a M? ¿Qué necesidad hay?” – me preguntaba mientras empujaba el carrito en el paseo de la tarde. "¿Por qué estas pensando en ello K?" "Porque tienes una historia que contar, chico".
Realmente es un conjunto de cosas lo que me empuja a plasmar todas mis vivencias en estos últimos… ¿3? ¿4? ¿5? años para que M estuviera entre nosotros. Escribir, además, sirve para organizar ideas, dando forma y sentido a todo lo vivido. Teniendo un buen amigo con un blog de paternidad como Karim, no dude en preguntarle si le interesaba que hablara del tema. Karim no tardó un segundo en decirme que sí y orientarme en ello. Por respeto a la gente cercana que sale en ésta historia y a mi pareja (que no comparte conmigo el mundo blogging) me referiré a ellos por su inicial.
¿Ser padre con 40? Nunca es un buen momento para ser padre
Yo no elegí ser padre con casi 40, es más, me parece toda una aventura. Sé que siempre he querido serlo, aunque la verdad, no pensaba mucho en ello. “Ya vendrán” era, posiblemente, el pensamiento que más rondaba por mi cabeza, no había una búsqueda activa. Pero las circunstancias y la cruda realidad se imponen.
De pronto tus familiares, compañeros, amigos, conocidos e incluso vecinos comienzan a tener hijos. Las primeras señales de alarma se encienden. “P y A han tenido a su segunda hija” “Tu prima R ha tenido dos gemelas preciosas”. Instantáneamente un mecanismo en tu cabeza, algo polvoriento, comienza a girar y formula la siguiente pregunta “¿Qué pasa contigo?”
Aclaremos algo antes de seguir: sí, yo sí quería ser padre, L tenía claro que podía vivir sin ello. Sus circunstancias personales, que no comentaré aquí, la llevaron a dejarlo en un segundo plano. Es por eso que esa pregunta no resonaba tanto en su cabeza como en la mía, en la que comenzaba a hacer un ruido ensordecedor.
Entended, también, que no estábamos esperando el momento: un mejor sueldo, mejores trabajos o el año del dragón según el horóscopo chino, porque, como decía Mónica Geller: “Nunca es un buen momento para ser padre”. La vida nos llevó a una situación en la que nos vimos obligados a plantearnos seriamente cosas que antes no pensamos que sucederían.
Lo primero era saber por qué estábamos así. “¿Quién o qué era el culpable?” “Nadie en particular”. Así de claro. Y es que la respuesta vino por parte de una buena amiga, D: “Las parejas fértiles cada vez dejan para más adelante la decisión de tener hijos. Piensan que siempre hay tiempo y no se dan cuenta de que no es así. Pero de esto nadie es culpable, es sólo desinformación básica de nuestros cuerpos”.
Tenía razón. Yo no quería ser padre a los 40 pero si quería ser padre no me quedaba otra, y os puedo asegurar que el camino que emprendimos no fue, para nada, fácil.
Hasta aquí la primera parte, próximamente más...