Continuamos con la segunda parte de la historia de K, continuando desde donde lo dejó en esta entrada. Recuerda que si quieres o tienes algo que contar puedes contactar conmigo en el email que viene en la pestaña "Contacto", arriba, o por cualquier red social.
Duros recuerdos
Intentando recordar cómo fueron esos
primeros días, aquellos en los que nos dimos cuenta de que jugábamos contra el tiempo para
ser padres, los recuerdos y sensaciones se agolpan y es difícil
reconocer qué fue primero.
Recuerdo perfectamente que fueron de
los días en que más lloré de mí vida. Recuerdo hablar de que
pasos íbamos a iniciar con cierta sensación de frustración y
miedo, pero también con ansia y esperanza. Recuerdo consultar mucho
por internet. Recuerdo buscar consuelo con mi familia y amigos.
Pero no recuerdo el orden de las cosas.
No obstante, no nos precipitemos. Tras
mucho tiempo intentándolo, notaba que algo había cambiado en mí.
No soy un santo y soy consciente de “mi pedrá”, aún así había
empezado a ser bastante más arisco y el mal humor era constante. Era
incapaz de alegrarme por los demás y en general me sentía
desdichado. Sentía que mi vida había tocado tope y que estaba
estancada en un punto que, si bien podía resultar cómodo de vivir,
era poco satisfactorio.
Caí en la monotonía, sabía cómo sería el
día siguiente, la semana siguiente e incluso el año siguiente. Para
que os hagáis una idea, es como si intentas llenar un agujero
cuadrado con miles de piezas redondas, siempre quedarán huecos.
El peor momento, y más grave, fue
cuando una compañera de trabajo me anunció su próxima maternidad.
No era la primera en comunicarme la noticia, claro, pero su noticia
llegó en un momento en el que estaba con la moral muy baja y con las
defensas por los suelos. Creo que mi respuesta fue algo así: “No
me lo esperaba N. Pero… Mira intento alegrarme, pero no puedo”.
Su cara era un poema y merecía una explicación
– “… llevamos
tiempo intentando tener hijos y no lo conseguimos, así que cuando alguien me
quiere dar una sorpresa temo que sea ésta. No es que no me alegre
por ti, es que no soy capaz de hacerlo por mí”.
Fue un proceso largo, lento y
silencioso del que no era consciente hasta que pasó lo que os he
comentado. Comencé a ver que la posibilidad de no ser padre era muy
real y mi mente ya había comenzado a formarse una idea de que sería
una vida así y por mucho que me lo pintara de rosa no me gustaba.
Llegó a afectar incluso a mi trabajo y vida personal.
Para finalizar no
quiero dejaros con una mala sensación. Comprender que eres
consciente de que tienes un problema hasta el final supone un camino
largo, en el que se tiene la sensación de andar poco. Todo esto que
os he contado no fueron unas semanas, fue el progresivo desgaste el
que te lleva a estar mal. Por eso os aconsejo, si vais empezar este
viaje (adopción, FIV, etc) desde donde yo lo comencé, buscad ayuda
profesional, a mí me funcionó y podría haberme ahorrado muchos
disgustos.
La noche más larga y oscura de la cual parece que no salimos, ese desespero interior por no saber cómo cambiar o resolver algo, la angustia del proceso.
ResponderEliminarUn abrazo, Papá
Son etapas muy duras y que se hacen muy cuesta arriba.
EliminarGracias por comentar.