jueves, 21 de marzo de 2019

Los papás hablan. La historia de K, segunda parte

Imagen con el título del post

 Continuamos con la segunda parte de la historia de K, continuando desde donde lo dejó en esta entrada. Recuerda que si quieres o tienes algo que contar puedes contactar conmigo en el email que viene en la pestaña "Contacto", arriba, o por cualquier red social.

Duros recuerdos



 Intentando recordar cómo fueron esos primeros días, aquellos en los que nos dimos cuenta de que jugábamos contra el tiempo para ser padres, los recuerdos y sensaciones se agolpan y es difícil reconocer qué fue primero.

Recuerdo perfectamente que fueron de los días en que más lloré de mí vida. Recuerdo hablar de que pasos íbamos a iniciar con cierta sensación de frustración y miedo, pero también con ansia y esperanza. Recuerdo consultar mucho por internet. Recuerdo buscar consuelo con mi familia y amigos.

 Pero no recuerdo el orden de las cosas.

 No obstante, no nos precipitemos. Tras mucho tiempo intentándolo, notaba que algo había cambiado en mí. No soy un santo y soy consciente de “mi pedrá”, aún así había empezado a ser bastante más arisco y el mal humor era constante. Era incapaz de alegrarme por los demás y en general me sentía desdichado. Sentía que mi vida había tocado tope y que estaba estancada en un punto que, si bien podía resultar cómodo de vivir, era poco satisfactorio.

 Caí en la monotonía, sabía cómo sería el día siguiente, la semana siguiente e incluso el año siguiente. Para que os hagáis una idea, es como si intentas llenar un agujero cuadrado con miles de piezas redondas, siempre quedarán huecos.

 El peor momento, y más grave, fue cuando una compañera de trabajo me anunció su próxima maternidad. No era la primera en comunicarme la noticia, claro, pero su noticia llegó en un momento en el que estaba con la moral muy baja y con las defensas por los suelos. Creo que mi respuesta fue algo así: “No me lo esperaba N. Pero… Mira intento alegrarme, pero no puedo”.

 Su cara era un poema y merecía una explicación

 – “… llevamos tiempo intentando tener hijos y no lo conseguimos, así que cuando alguien me quiere dar una sorpresa temo que sea ésta. No es que no me alegre por ti, es que no soy capaz de hacerlo por mí”.

 Fue un proceso largo, lento y silencioso del que no era consciente hasta que pasó lo que os he comentado. Comencé a ver que la posibilidad de no ser padre era muy real y mi mente ya había comenzado a formarse una idea de que sería una vida así y por mucho que me lo pintara de rosa no me gustaba. Llegó a afectar incluso a mi trabajo y vida personal.

 Para finalizar no quiero dejaros con una mala sensación. Comprender que eres consciente de que tienes un problema hasta el final supone un camino largo, en el que se tiene la sensación de andar poco. Todo esto que os he contado no fueron unas semanas, fue el progresivo desgaste el que te lleva a estar mal. Por eso os aconsejo, si vais empezar este viaje (adopción, FIV, etc) desde donde yo lo comencé, buscad ayuda profesional, a mí me funcionó y podría haberme ahorrado muchos disgustos.

2 comentarios:

  1. La noche más larga y oscura de la cual parece que no salimos, ese desespero interior por no saber cómo cambiar o resolver algo, la angustia del proceso.
    Un abrazo, Papá

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    Respuestas
    1. Son etapas muy duras y que se hacen muy cuesta arriba.
      Gracias por comentar.

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