No me reconozco. Quizá llevado por el estrés laboral, por el cúmulo de los quehaceres diarios y vaya usted a saber llegaba el finde y estaba alicaído, sin ganas de hacer nada, sentarme en el sofá o dar un paseo sin otra intención más que la de tomar el aire. Con lo que yo era, que siempre me miraban raro...
Este finde se daba esa situación, el Pequeño Cavernícola, montado en su nuevo y flamante coche rojo, conducía por una plaza amplia, llegado el momento nos quedamos parados en un sitio céntrico, desde donde contemplábamos, sonreíamos y comentábamos: "cómo controla, le ha cogido el truco en unos minutos", la Mamá Moderna y yo.
Al final, tras un buen rato, se baja, le apetece jugar a otras cosas. Ahora deja volar su imaginación y, flipado con los superhéroes, con los cazafantasmas y los dinosaurios, se inventa sus historias y recrea escenas imaginarias en su cabeza. Me quedo observando y recordando que eso mismo hacía yo, supongo que todos lo hacíamos de pequeño.
Yo recuerdo que iba por la calle imaginando que estaba en un videojuego: disparaba a la gente, en las alcantarillas cambiaba de armas o recogía munición, en las señales ganaba vida, etc... Esos tiempos quedaron atrás, crecemos y en algún momento esa fantasía deja de existir, o no dejamos que salga.
Al cabo de otro rato se acerca y me pregunta si jugamos al pilla-pilla y yo, cansado de nada, cansado de todo, cansado de la vida misma, le digo que no.
Pero algo dentro de mi hace click!, si no aprovecho estos momentos ya no es que tarde o temprano pasarán, es que seguiré metido en mi día a día, desganado, estresado, enfadado... Así que me acerco a hijo y... "¡pillado!". De pronto la plaza deja paso a un padre y su hijo corriendo uno detrás de otro. Minutos después se llena de escondites, esos que para él son superdifíciles de encontrar aunque se le vea medio cuerpo por debajo de un banco o por detrás de una columna. Yo le imito y mis escondites son igual de ingeniosos, para espías no vamos, pero lo pasamos genial.
Para terminar el peque le pregunta a la Mamá Moderna si sabe jugar al escondite inglés, nos miramos y en unos segundos mogollón de recuerdos nos asaltan.
Esa tarde se pudo ver en medio de una plaza, en la puerta de un centro comercial, a dos adultos y un niño haciendo estatuas, recordando momentos de niño, jugando al escondite inglés. O quizá sólo intentábamos escapar al día a día, escapar de la maldita rutina.